Mujeres de la Biblia
 

Introducción
Tabla de Temas
 

 

Devorah (Débora)

El periodo de los Jueces fué quizás el más duro para la mujer en el antiguo Israel, tiempo en que su condición social fué la más baja. Era una etapa de transición en la que las Tribus estaban más que todo por cuenta propia, con una débil unidad entre ellas, cada una combatiendo separadamente al grupo cananeo que habitaba en los territorios asignados a cada Tribu. Estaban en anarquía y guerra, y en tales condiciones, las mujeres prácticamente no tienen ninguna posibilidad de surgir. Todo estaba en manos de los hombres. Las mujeres eran mucho menos respetadas que bajo el sistema patriarcal, como es evidente en varios hechos narrados en el Libro de los Jueces. Su situación mejoró sólo cuando la monarquía fué establecida, ya que al menos las mujeres relacionadas con la casa real y con los personajes notables ganaron alguna influencia en la sociedad.
Era impensable para una mujer asumir el liderazgo en el periodo de los Jueces, sin embargo, fué justamente en ésta edad obscura de Israel que Devorah surgió para gobernar.

HaShem los vendió [a los Israelitas] en mano de Yabín rey de Canaán, el cual reinó en Hatzor: y el capitán de su ejército se llamaba Sísara, y él habitaba en Charoshet-Goyim. Y los hijos de Israel clamaron a HaShem, porque aquél tenía nuevecientos carros herrados, y había afligido en gran manera a los hijos de Israel por veinte años. Y gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Déborah, profetisa, mujer de Lapidoth. Ella habitaba debajo de la palma de Déborah entre Ramah y Beth-el, en el monte de Efrayim; y los hijos de Israel subían a ella a juicio.
(Jueces 4:2-5)

Hacía veinte años que los Cananeos, con un potente ejército, estaban oprimiendo a las Tribus de Israel – excepto la Tribu de Yehudah, la cual aparentemente logró conquistar todas sus tierras y era de hecho una entidad separada del resto de Israel durante todo el periodo de los Jueces. Es increíble que no hubiese un hombre capaz de emprender una revuelta; no era por falta de buenos guerreros, sino porque ninguno de ellos era según el plan del Señor, porque “en aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía como mejor le parecía” (Jueces 17:6). Entonces, una Profetisa surgió como Juez: Déborah. Excluyendo al Profeta Shmuel, quien es considerado como el último de los Jueces y que gobernó sobre todas las Tribus, Déborah tuvo al menos tres características exclusivas que hacen de ella la única entre todos los Jueces:
·Ella fué la única Juez mujer;
·Ella fué la única de los Jueces que fué también Profeta;
·Ella fué la única que juzgó sobre todo Israel, mientras que todos los demás Jueces gobernaron sólo sobre la propia Tribu.
Déborah es llamada “mujer de Lapidot”, que muchos interpretan como “esposa”, porque en hebreo no hay una palabra específica para esposa sino que es la misma que indica mujer. En realidad, es muy probable que “mujer” no quiera decir esposa en este caso. Lapidot es un plural femenino que significa “llamas”, y puede no ser un nombre propio, sino un título o una cualidad. De hecho, eshet lapidot, que literalmente significa “mujer de llamas”, puede ser una descripción de su carácter. Por lo tanto, toda la frase “Devorah, profetisa, mujer de Lapidot” puede entenderse como una unidad que define qué tipo de Profetisa ella era, una con celo ardiente como llamas. De otra manera, si mujer significase en efecto esposa, una interpretación rabínica identifica a Lapidot con Barak, cuyo nombre significa “rayos”, y puede ser considerado un sinónimo de Lapidot y de este modo, la frase contendría un juego de palabras que define sea su carácter que de quien era esposa. Sin embargo, Barak pertenecía a otra Tribu (y la Ley Mosaica establecía el matrimonio dentro de la propia Tribu), y aparentemente él vivía en otro lugar, en el norte de Israel, pues ella lo mandó a llamar (v. 6) desde su ciudad. Éste hecho hace que la definición “mujer de llamas” sea aún más significativo, porque ella es colocada en una posición equivalente a la del comandante en jefe del ejército – en realidad, él tomaba órdenes de ella, como veremos.
Déborah estableció su corte bajo una palmera en su tierra, en el sur de Efrayim, y los Israelitas iban a ella a juicio, una afirmación que denota la alta estima de que ella gozaba en medio de su pueblo.

Y ella envió a llamar a Barak hijo de Avinoam, de Kedesh-Naftali, y le dijo: «¿No te ha mandado HaShem, Elohim de Israel, diciendo, “Ve, y reúne pueblo en el monte Tabor, y toma contigo diez mil hombres de los hijos de Neftalí, y de los hijos de Zabulón”; Y yo atraeré a ti al arroyo de Kishón a Sísara, capitán del ejército de Yabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos?». Barak le respondió: «Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré».
(Jueces 4:6-8)

Suena extraño en la boca de un guerrero valeroso, comandante de un ejército, pedirle a una mujer de acompañarlo a la guerra, porque si no, él no iría! Este hecho nos muestra qué tipo de carácter era el de Déborah, que era capaz de inspirar aliento y cuya autoridad profética era esencial para el desarrollo de la batalla.

Y ella le dijo: «Iré contigo; mas no será tu honra en el camino que vas; porque en mano de mujer venderá HaShem a Sísara». Y levantándose Déborah fué con Barak a Kedesh.
(Jueces 4:9)

Déborah no dudó en aceptar el pedido de Barak, pero le dejó en claro que porque él no confió en su voz desde el principio, sino que agregó una condición para cumplir con lo que HaShem había mandado, la gloria de la victoria sería acreditada a una mujer. La profecía que Sísara habría caído ante una mujer tuvo doble cumplimiento: su ejército fué derrotado por los Israelitas bajo la guía espiritual de Déborah, y él mismo fué ejecutado por otra mujer, Yael.

Entonces Déborah dijo a Barak: «Levántate; porque este es el día en que HaShem ha entregado a Sísara en tus manos; ¿No ha salido HaShem delante de tí?» Y Barak descendió del monte Tabor, y diez mil hombres en pos de él. HaShem desbarató a Sísara, y a todos sus carros y a todo su ejército, y cayeron a filo de espada delante de Barak; y Sísara descendió del carro, y huyó a pie… Y Sísara escapó a pie.
(Jueces 4:14-15,17)

Déborah muestra a Barak que el resultado de la batalla estaba determinado como ella había dicho, que el Señor habría entregado al enemigo en manos de Barak, pero como él puso la condición que Déborah fuese con él, él no logró completar la victoria capturando al jefe del ejército derrotado, que escapó y, como veremos, fué entregado en manos de una mujer (ver la próxima: Yael).

Así abatió Elohim aquel día a Yabín, rey de Canaán, delante de los hijos de Israel. Y la mano de los hijos de Israel comenzó a crecer y a fortificarse contra Yabín rey de Canaán, hasta que lo destruyeron.
(Jueces 4:23-24)

Aquella batalla fué crucial, pues desde entonces los Israelitas ganaron su independencia y los Cananeos no se levantaron más.

Y aquél día cantó Déborah, con Barak, hijo de Avinoam.
(Jueces 5:1)

Literalmente: “Cantó Devorah y Barak hijo de Avinoam en aquél día”, con el verbo en singular femenino. Aunque el cántico es atribuído a ambos, Déborah y Barak, ella es mencionada primero, y por el texto se entiende que fué su cántico, no de ambos. Este es quizás el único capítulo de la Biblia escrito por una mujer, y una de las piezas más antiguas de la literatura hebrea.
Entonces Déborah explica cuál era la situación espiritual en Israel cuando ella fué llamada:

«Los gobernantess habían cesado en Israel, habían decaído; hasta que yo Déborah me levanté, me levanté como madre en Israel. En escogiendo nuevos dioses, la guerra estaba a las puertas: ¿Se veía escudo o lanza Entre cuarenta mil en Israel?»
(Jueces 5:7-8)

La situación en aquellos días es la que hemos descrito antes, que la opresión del pueblo no era consecuencia de que no hubiera hombres de valor en Israel, sino porque ninguno de ellos era según la voluntad del Señor. Los Israelitas habían seguido otras deidades, y habían perdido el favor del Omnipotente. Entonces, Déborah fué designada Juez y Profeta en lugar de los hombres, porque habían dejado de ser gobernantes idóneos. Ella fué como una madre para su pueblo.
El cántico continúa elogiando a los jefes de las Tribus que la siguieron en la batalla, y reprochando a aquellos que prefirieron quedarse en sus tiendas.
Una alabanza especial es pronunciada sobre Yael (la cual consideramos a continuación), y como mujer y “madre de Israel”, Déborah piensa en los sentimientos de otra mujer y madre:

La madre de Sísara se asoma a la ventana, y por entre las celosías a voces dice: «¿Por qué se detiene su carro, que no viene? ¿Por qué las ruedas de sus carros se tardan? ¿No han hallado despojos, y los están repartiendo? A cada uno una moza, o dos».
(Jueces 5:28,30)

Ésta frase ilustra cuál era el concepto de la mujer entre los Cananeos: despojos de guerra, una o dos para cada hombre. Ésto es lo que la madre de Sísara esperaba de la batalla, pero su hijo no retornó a casa.

«Así perezcan todos tus enemigos, oh HaShem, mas los que le aman, sean como el sol cuando nace en su fuerza. Y la tierra reposó cuarenta años.
(Jueces 5:31)

En todo su cántico, Déborah acredita sus victorias al Señor. Ella gobernó el país en paz por cuarenta años, por lo cual deducimos que era muy joven cuando fué designada Juez y condujo su primera batalla. Era ciertamente una elegida, la persona más sabia en Israel en aquellos tiempos.

 

Yael (Jael)

La batalla de liberación conducida por Déborah fué completada con la intervención de otra mujer, Yael. Mientras Déborah es intachable y vista como una heroína porque en ella no se halla ningún comportamiento cuestionable, Yael en cambio puede ser considerada una traidora como Rahav, una engañadora como Tamar y Rivkah (según los parámetros conformistas). Pero ella sabía de qué parte debía estar, y con quién estaba el Señor.

Y Hever el Kenita de los hijos de Hovav cuñado de Mosheh, se había apartado de los Kenim, y puesto su tienda hasta el valle de Tzaanannim, que está junto a Kedesh… Sísara escapó a pie a la tienda de Yael mujer de Hever el Kenita; porque había paz entre Yabín rey de Hatzor y la casa de Hever el Kenita. Y saliendo Yael a recibir a Sísara, le dijo: «Ven, señor mío, ven a mí, no tengas temor». Y él vino a ella a la tienda, y ella le cubrió con una manta. Y él le dijo: «Ruégote me des a beber un poco de agua, que tengo sed». Y ella abrió un odre de leche y dióle de beber, y lo cubrió de nuevo. Y él le dijo: «Estáte á la puerta de la tienda, y si alguien viniere, y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguno? tú responderás que no». Y Yael, mujer de Hever, tomó una estaca de la tienda, y poniendo un mazo en su mano, vino a él calladamente, y metióle la estaca por las sienes, y enclavólo en la tierra, pues él estaba cargado de sueño y cansado; y así murió. Y siguiendo Barak a Sísara, Yael salió a recibirlo, y le dijo: «Ven, y te mostraré al varón que tú buscas». Y él entró donde ella estaba, y he aquí Sísara yacía muerto con la estaca por la sien.
(Jueces 4:11,18-22)

Los Kenitas eran del linaje de Yethro, el suegro de Moshe, y eran habitantes de tiendas y herreros, los “Gitanos” del antiguo Israel. Ellos de hecho no tenían patria y vivían en paz con todos los pueblos entre los cuales habitaban. La mayoría de ellos vivían en Judá y Edom, pero Hever eligió irse hacia el norte y habitaba en las tierras gobernadas por Yavin.
Yael rompió todas las reglas: Primero, ella no tenía el consentimiento del marido para matar al comandante del rey con el cual él y su casa estaban en paz; luego, ella no debía invitar a un hombre a entrar en su tienda cuando su marido no estaba presente; y por último, ella violó la regla más sagrada de la hospitalidad, matando a su huésped. La acción de Yael fué de gran coraje y fé. Ella arriesgó su vida y la de su familia, porque Sísara estaba huyendo de una batalla perdida, pero la guerra continuaba… Sin embargo, ella sabía que esta vez el Señor habría vuelto Su favor hacia Israel, porque Déborah estaba gobernando y conduciendo su pueblo a retornar a HaShem, e Israel habría alcanzado una completa victoria sobre Yavin.
Muchos pueden objetar que ella no podía negar a Sísara de entrar en su tienda, siendo indefensa, pero del texto aprendemos que fué ella quien lo invitó a entrar, no él que lo solicitó. Ella no tenía armas para enfrentar a un experto guerrero como Sísara, aunque él estaba exhausto, ni la fuerza física para oponerse a él. Ella sólo tenía su encanto, y sabiduría femenina. Su acción no fué traición, sino que en el mismo modo que Rahav, ella se puso de la parte de uno de los ejércitos en guerra, y pensó una estrategia para permitir a Barak la completa victoria en la batalla.
Déborah la alabó en su cántico, con palabras que no se han dicho de ninguna otra mujer en las Escrituras Hebraicas:

Bendita sea entre las mujeres Yael, mujer de Heber Kenita; sobre las mujeres bendita sea en la tienda. El pidió agua, y dióle ella leche; en tazón de nobles le presentó manteca. Su mano tendió a la estaca, y su diestra al mazo de trabajadores; y majó a Sísara, hirió su cabeza, llagó y atravesó sus sienes. Cayó encorvado a sus pies, quedó tendido. A sus pies cayó encorvado; donde se encorvó, allí cayó muerto.
(Jueces 5:24-27)

“Bendita sobre las mujeres” por su acción y su carácter. La descripción que Déborah hace de Yael es prodigiosa: Primero ella es presentada como una mujer encantadora con modales refinados, sirviendo a su huésped como a un noble, y dándole más de lo que él le pidió. Ella le ofreció toda la comodidad que tenía en su humilde tienda, y lo hizo sentir al seguro. Ella le dió un alimento que le habría relajado tanto como para dejarlo dormido. Entonces, con la decisión de un guerrero, ella le concedió una indolora y dulce muerte.
Y así los Cananeos cayeron por las manos de dos mujeres.

 

Ruth

Esta mujer es presentada como el máximo ejemplo de lealtad, y no hay nada en su comportamiento que pueda ser hallado fuera de la Ley. Su historia ha sido considerada digna de ser escrita y pasó a ser uno de los libros de las Escrituras Hebraicas. Ruth vivió en el periodo de los Jueces (Ruth 1:1), y aunque el tiempo exacto no es relevante para nosotros porque nos interesa su persona y carácter, es importante discernir algunos detalles porque el linaje en el cual ella entró es el del Rey David. Según la Biblia, hay seis generaciones entre Nachshon, príncipe de Judá y contemporáneo de Yehoshua, y el Rey David (1Crónicas 2:10-15). Boaz era el nieto de Nachshon, y se lo supone hijo de Rahav, lo que colocaría la historia cerca de los primeros Jueces, pero habiendo sido Boaz el abuelo de Yishai, debe haber vivido cerca del final del periodo de los Jueces y no puede ser el hijo de Rahav, y al menos dos generaciones deben faltar en el medio. Otro problema es que Rahav vivió durante la conquista de Canaán bajo Yehosua, mientras Naomi y su marido emigraron de Judá cuando la conquista había terminado y ya estaban establecidos en la tierra; luego vivieron al menos diez años en Moav antes de que Naomi retornara y se encontrara con Boaz. Además, la carestía en el país sugiere que eran contemporáneos de Gedeón (Jueces 6:4-5). No obstante, considerando que excepto Déborah, que gobernó sobre todo Israel, podían haber diferentes Jueces contemporáneamente sobre sus respectivas Tribus, y entonces la sucesión puede reducirse a los cuatro de Efrayim, más los periodos de anarquía: en este caso, podríamos considerar que Otniel en Efrayim, Ehud en Benjamín y Shamgar (probablemente en Judá, habiendo combatido contra los Filisteos) podrían ser parcialmente contemporáneos; luego Gedeón y Avdón en Efrayim pueden coincidir por la mayor parte de años con Tola y Elón en Galilea, Ibtzan en Yehudah, Yair y Yiphtah en Galaad y Shimshon en Dan. Ésta hipótesis hace posible contar las cuatro generaciones entre Ruth y el Rey David, aún dejando irresuelto el vacío entre Nachshon y Boaz, y es muy factible que un par de nombres en el medio hayan sido idénticos en generaciones alternas y no han sido transcriptos por ser considerados repeticiones. Sin embargo, aún cuando Rahav probablemente no fué la madre de Boaz sino su abuela o una generación anterior, su carácter fué transmitido a su descendiente, como se verá.

Y aconteció en los días que gobernaban los jueces, que hubo hambre en la tierra. Y un varón de Beth-lehem de Judá, fué a peregrinar en los campos de Moab, él y su mujer, y dos hijos suyos… Y murió Elimelekh, marido de Naomi, y quedó ella con sus dos hijos; los cuales tomaron para sí mujeres de Moab, el nombre de la una Orpah, y el nombre de la otra Ruth; y habitaron allí unos diez años. Y murieron también los dos, Machlon y Kilyon, quedando así la mujer desamparada de sus dos hijos y de su marido.
(Ruth 1:1,3-5)

Elimelekh y su familia han sido los primeros Judíos emigrantes mencionados en las Escrituras. Él no debía haber dejado su pueblo en búsqueda de una vida mejor en un país pagano, haciendo así que sus hijos se casaran con mujeres de un pueblo al cual el Señor había explícitamente declarado anatema para Israel (Deuteronomio 23:3,6). Por este motivo, él y sus hijos murieron en pocos años en el país donde se establecieron. Éste es uno de los signos que muestran cómo la Ley era ignorada durante ese periodo, en en el cual “cada uno hacía como mejor le parecía” (Jueces 17:6). Muy probablemente, Naomi no estaba de acuerdo con su marido en dejar la tierra que el Señor había dado a Su pueblo, pero ya hemos hablado de la escasa consideración de la mujer en aquél tiempo, la edad oscura del antiguo Israel.

Entonces se levantó con sus nueras, y regresó de los campos de Moab; porque oyó en el campo de Moab que HaShem había visitado a su pueblo para darles pan. Salió pues del lugar donde había estado, y con ella sus dos nueras, y comenzaron a caminar para retornar a la tierra de Yehudah. Y Naomi dijo a sus dos nueras: «Andad, volveos cada una a la casa de su madre: HaShem haga con vosotras misericordia, como la habéis hecho con los muertos y conmigo. Os dé HaShem que halléis descanso, cada una en casa de su marido». Las besó, y ellas lloraron a voz en grito. Y le dijeron: «Ciertamente nosotras volveremos contigo a tu pueblo».
(Ruth 1:6-10)

Naomi fué seguramente una mujer excepcional, tanto que sus dos nueras habían decidido dejar las propias familias y el propio país para seguirla hacia una tierra desconocida, y habitar con un pueblo desconocido. Su carácter era realmente como su nombre, pues Naomi significa “placentera”. Sabemos que ella insistió a ambas nueras para que retornasen de nuevo a sus hogares, y así convenció a Orpah, pero no a Ruth, que dijo:

«No me ruegues que te deje, y que me aparte de ti; porque donde quiera que tú fueres, iré yo; y donde quiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios; donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada: así me haga HaShem, y así me dé, que sólo la muerte hará separación entre mí y ti».
(Ruth 1:16-17)

Estas son las palabras más célebres dichas por Ruth, como un emblema de devoción y lealtad. De la misma manera que Rahav, ella decidió dejar a su pueblo y todo lo que tenía en su tierra para seguir al Dios de Israel. Ésta fué una acción de gran coraje, pues ella probablemente sabía que según la Ley ella no habría sido aceptada en Israel, pero su decisión fué tomada sin dudar. Seguramente, ella no dijo que el Dios de Naomi habría sido su Dios quienquiera que fuese, sino porque ya sabía quién Él es. Ella sabía por fé que el Dios de Israel la habría recibido en Su pueblo, porque es el Altísimo y el dador de la Ley.

Y tenía Naomi un pariente de su marido, varón poderoso y de hecho, de la familia de Elimelekh, el cual se llamaba Boaz… Y Boaz subió á la puerta y sentóse allí.
(Ruth 2:1; 4:1)

Boaz, siendo pariente del marido de Naomi, tenía el derecho (y el deber) de redimir la propiedad de Elimelekh, si hubiera sido el más cercano. Era un príncipe de Yehudah, siendo del linaje de Nachshon, y podemos suponer que fuera también el Juez de su Tribu, porque Judá estaba separada del resto de Israel mucho antes de la institución de la monarquía (notar que los reyes Shaul y David contaban a Yehudah como una entidad distinta de Israel – 1Samuel 11:8, 17:52; 18:6; 2Samuel 2.10-11; 3:10; 5:3-5). Y eran los ancianos y gobernantes de la ciudad que acostumbraban a sentarse en las puertas de la misma para tratar asuntos legales. Una curiosidad, también el ancestro de Ruth, que era Lot, era un anciano de Sodoma y se sentaba en las puertas de la ciudad (Génesis 19:1).

Ruth la Moabita dijo a Naomi, «Ruégote que me dejes ir al campo, y cogeré espigas en pos de aquel a cuyos ojos hallare gracia». Y ella le respondió: «Ve, hija mía».
(Ruth 2:2)

¿Sabía Ruth en el campo de quién habría ido a trabajar? Quizás ella imaginó que el Señor la habría guiado al lugar apropiado, porque actuó con la misma fé con la cual dejó la seguridad de su hogar para vivir como extranjera en medio de otro pueblo. En todo caso, ella no quiso ser una carga para su suegra, sino un apoyo.

Y respondiendo Boaz le dijo: «Por cierto se me ha declarado todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a pueblo que no conociste antes. HaShem galardone tu obra, y tu remuneración sea llena por Adonay Dios de Israel, que has venido para cubrirte debajo de sus alas».
(Ruth 2:11,12)

Boaz tenía conocimiento del espíritu de Ruth. Si él era el hijo de Rahav o sólo un descendiente suyo, seguramente Ruth le habrá hecho recordar de Rahav, que se atrevió a desafiar al anatema que había sido pronunciado sobre su pueblo e hizo la elección personal de unirse a Israel, porque ella reconocía al Dios de Israel como el Único y Verdadero. Si Él redimió a una Cananea, ¿por qué no habría de redimir también a una Moabita?

Y le dijo Naomi, su suegra: «Hija mía, ¿no te tengo de buscar descanso, que te sea bueno? ¿No es Boaz nuestro pariente, con cuyas mozas tú has estado? He aquí que él avienta esta noche la parva de las cebadas. Te lavarás pues, y te ungirás, y vistiéndote tus vestidos, pasarás a la era; mas no te darás a conocer al varón hasta que él haya acabado de comer y de beber. Y cuando él se acostare, repara tú el lugar donde él se acostará, e irás, y descubrirás los pies, y te acostarás allí; y él te dirá lo que hayas de hacer». Y le respondió: «Haré todo lo que tú me mandares». Descendió pues a la era, e hizo todo lo que su suegra le había mandado. Y como Boaz hubo comido y bebido, y su corazón estuvo contento, retiróse a dormir a un lado del montón. Entonces ella vino calladamente, y descubrió los pies, y acostóse. Y aconteció, que a la media noche se estremeció aquel hombre, y palpó: y he aquí, la mujer que estaba acostada a sus pies. Entonces él dijo: «¿Quién eres?» Y ella respondió: «Yo soy Ruth tu sierva: extiende el borde de tu capa sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano».
(Ruth 3:1-9)

Hay mucha controversia acerca del significado de las expresiones usadas en este pasaje, y lo que realmente sucedió depende de la correcta interpretación de los términos. El consejo de Naomi era claro; ella sabía que Ruth era una mujer determinada, y le pidió que diese un paso adelante para reclamar sus derechos. Ella sabía cuál era el momento propicio y lo que se debía hacer, y Ruth siguió la recomendación de su suegra. Lo importante aquí es que el propósito fué conseguido y fué hecho según las reglas culturales y espirituales de aquel tiempo.
De hecho, el texto contiene palabras con sentido figurado y probables eufemismos que no son evidentes en la traducción, y algunas expresiones no fácilmente comprensibles, por lo tanto, podemos sugerir cómo se desarrollaron los eventos sin establecer ningún parámetro dogmático.
Ruth tenía que hacerse agradable y deseable y esperar a que Boaz hubiese terminado su trabajo y su cena, y luego cautamente llegar al lugar en la era donde él iría a dormir, y poner en marcha su plan. Ella debía “descubrirle los pies y acostarse”, lo que generalmente se interpreta que ella gentilmente quitó la cubierta de sus pies y se acostó junto ellos como señal de sumisión, hasta que el hombre despertó y la notó. Aunque ésto podría haber sido posible si hubiera habido alguna especie de código cultural por el cual un tal comportamiento pudiera haber sido comprensible, el hecho de descubrir los pies de alguien mas bien carece de sentido. Sin embargo, ésta expresión puede tener un significado muy diferente: la palabra “pies” a menudo era usada para definir las piernas e incluso la parte inferior del cuerpo, y en manera eufemística también las partes íntimas. Otra interpretación que ha sido propuesta es que ella se descubrió a sí misma y se acostó al lado de él, pero esto no está sólidamente fundado en el texto. El paso sucesivo era esperar hasta que él le dijera lo que hacer, pero en cambio fué ella que le dijo a él de extender su manto sobre ella, haciendo entender que debía ser redimida por él y que era su deber tomarla por mujer. Tal comportamiento habría sido correcto y coherente con su carácter. Ella estaba en la misma situación de Tamar y tuvo que reclamar sus derechos, aunque no tuvo que recurrir a algún estratagema y actuó con completa franqueza.

Y él dijo: «Bendita seas tú de Adonay, hija mía; que has hecho mejor tu postrera gracia que la primera, no yendo tras los jóvenes, sean pobres o ricos. Ahora pues, no temas, hija mía: yo haré contigo lo que tú dijeres, pues que toda la puerta de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa. Y ahora, aunque es cierto que yo soy pariente cercano, con todo eso hay pariente más cercano que yo. Reposa esta noche, y cuando sea de día, si él te redimiere, bien, redímate; mas si él no te quisiere redimir, yo te redimiré, vive HaShem. Descansa pues hasta la mañana». Y después que reposó a sus pies hasta la mañana, levantóse, antes que nadie pudiese conocer a otro. Porque él dijo: «No se sepa que haya venido mujer a la era».
(Ruth 3:10-14)

Boaz la reconoció como una mujer digna, y aunque su acercamiento a él fué una declarada propuesta de matrimonio (que podría haber sido consumado esa misma noche, si él no se hubiese recordado del pariente que tenía prioridad sobre él), él la alabó por su virtud y lealtad hacia la Ley de Israel, según la cual ella no debía casarse fuera de la familia de su marido muerto. Parece que Boaz era ya un hombre mayor, y es muy improbable que fuese soltero, más aún siendo una personalidad importante en su Tribu, y rico; por lo tanto, es factible que él también fuese viudo. Sin embargo, ella podría haber elegido otros hombres antes que él, más jóvenes y ricos, pero ella prefirió sujetarse a la Ley de Israel. Boaz la recibió a pesar de su origen, como Rahav de la cual él descendía fué admitida en Israel por causa de su fé.

Y Boaz dijo a los ancianos y a todo el pueblo: «Vosotros sois hoy testigos de que tomo todas las cosas que fueron de Elimelekh, y todo lo que fué de Kilyon y de Machlon, de mano de Naomi. Y que también tomo por mi mujer a Ruth Moabita, mujer de Machlon, para suscitar el nombre del difunto sobre su heredad, para que el nombre del muerto no se borre de entre sus hermanos y de la puerta de su lugar. Vosotros sois hoy testigos»… Boaz pues tomó a Ruth, y ella fué su mujer; y luego que entró a ella, Adonay le dió que concibiese y diese a luz un hijo… y lo llamaron Oved: él es el padre de Yishai, padre de David.
(Ruth 4:9-10,13,17)

Esta mujer Moabita, cuyo carácter era a la vez amable y determinado, que era como Rahav nacida pagana pero reconocía al Dios de Israel como su Dios, y que era como Tamar, viuda sin hijos que reclamó sus derechos de tener descendencia, fué recompensada por el Señor, que añadió su nombre al linaje del Rey David.

 

La Hija de Yiphtah

No sabemos ni siquiera su nombre, pero ella es un emblema de total obediencia y sumisión, según sus pocas palabras que nos han sido transmitidas en el texto. Ella fué realmente una víctima de su tiempo, en en el cual el conocimiento del Señor se había perdido en Israel en un periodo de decadencia espiritual.

Y estaba Yiphtah, Galaadita, hombre valiente, hijo de una prostituta… Huyendo pues Yiphtah a causa de sus hermanos, habitó en tierra de Tov; y juntáronse con él hombres ociosos, los cuales con él salían. Y aconteció que después de días los hijos de Ammón hicieron guerra contra Israel… Yiphtah hizo voto a HaShem, diciendo: Si entregares a los Ammonitas en mis manos, cualquiera que me saliere a recibir de las puertas de mi casa, cuando volviere de los Ammonitas en paz, será de HaShem, y le ofreceré en holocausto. Pasó pues Yiphtah a los hijos de Ammón para pelear contra ellos; y HaShem los entregó en su mano.
(Jueces 11:1,3-4,30-32)

Yiphtah era un marginal entre los Israelitas que vivían al este del Yarden, en la frontera con Ammón. En aquél tiempo, el pueblo había olvidado la Ley de su Dios y seguía los rituales paganos de sus vecinos, entre los cuales las deidades de Ammón y Moav (Jueces 10:6), adoptando sus prácticas de culto. Los Ammonitas y Moabitas acostumbraban sacrificara sus hijos a su ídolo, llamado Kemosh en Moav y Molekh en Ammón (Levítico 18:21; Números 21:29; 1Reyes 11:7,33; 2Reyes 23:10; Jeremías 32:35). En éste capítulo, ambos ídolos se identifican como el mismo, siendo llamado Kemosh (que era el nombre moabita) la deidad de Ammón (Jueces 11:24). Está claro en los versos mencionados que HaShem ha prohibido terminantemente imitar sus rituales y contaminarse con tales prácticas. Aunque Yiphtah demuestra tener conocimiento de la historia de su pueblo, parece no estar al corriente de la Ley de su Dios – él incluso reconoce a Kemosh como el dios que dió a los Ammonitas su tierra; aunque ésta puede ser sólo una declaración diplomática basada en lo que los Ammonitas creían. Como muchas personas sinceras que sirven a Dios aún cuando lo hacen en una manera errada, él puede haber adorado al Dios de Israel en buena fé pero no según Sus reglamentos. ¿Qué quiso decir, cuando dijo “cualquiera que me saliere a recibir de las puertas de mi casa, le ofreceré en holocausto”? ¿Pensaba quizás que algún animal habría salido de su casa, como generalmente hacen los perros cuando su patrón llega de un viaje? ¿O quizás un siervo? ¡Pero si los sacrificios humanos estaban prohibidos por el Señor! ¡Yiphtah tenía sólo una hija, y habría sido la persona más probable que lo saliera a recibir!

Y volviendo Yiphtah a Mitzpah a su casa, he aquí que su hija le salió á recibir con adufes y danzas, y era la sola, la única suya; no tenía fuera de ella otro hijo ni hija. Y como él la vió, rompió sus vestidos diciendo: «¡Ay, hija mía! de verdad me has abatido, y tú eres de los que me afligen: porque yo he abierto mi boca a Adonay, y no podré retractarme». Ella entonces le respondió: «Padre mío, si has abierto tu boca a Adonay, haz de mí como salió de tu boca, pues que Adonay ha hecho venganza en tus enemigos los hijos de Ammón». Y tornó a decir a su padre: «Concérdeme esto: déjame por dos meses que vaya y descienda por los montes, y llore mi virginidad, yo y mis compañeras». El entonces dijo: «Ve». Y la dejó por dos meses. Y ella fué con sus compañeras, y lloró su virginidad por los montes. Pasados los dos meses volvió a su padre, e hizo de ella conforme a su voto que había hecho. Y ella nunca conoció varón. De aquí fué la costumbre en Israel que de año en año iban las doncellas de Israel a endechar a la hija de Yiphtah Galaadita, cuatro días en el año.
(Jueces 11: 34-40)

La virtud y ternura de ésta joven son únicas. Ella no discutió con su padre, sino que consideró que él debía ser fiel a su voto como algo más importante que su propia vida. Como Yitzhak que no resistió a Avraham cuando fué puesto sobre el altar para ser sacrificado – pero Avraham no había hecho un voto de propia iniciativa; sino que había sido mandado por el Señor, que no le permitió cumplir el sacrificio. La hija de Yiphtah se comportó como el siervo del Señor en Isaías 53:7, “como cordero fué llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”. Ella sólo pidió de poder llorar su virginidad, porque no habría tenido el honor de la mujer, de dejar descendencia. Y fué sacrificada. Hay muchos que tratan de dar una interpretación revisionista, alegando que Yiphtah no la mató sino que la sacrificó a virginidad perpetua; pero si fuera así, ¿por qué motivo irían las hijas de Israel a lamentar cada año a una joven que permaneció virgen?...

Estimada es en los ojos de HaShem la muerte de sus elegidos. ~ Salmo 116:15.

 

  Anterior         Próxima